Ya nos hemos referido indirectamente a este tipo de caza
muchas veces ligada y confundida con la caza comercial,
especialmente en su eslabón inicial. Aquí la consideramos como
una forma directa de obtener un recurso proteico complementario
de una magra dieta, o a veces incluso como un recurso único.
Todavía practican este tipo de caza las últimas comunidades
indígenas del país y la población criolla de las zonas más
alejadas e inhóspitas. Si bien en ocasiones la acción puntual
puede llevar a la disminución o incluso la extinción local de
algunas especies, la misma debe entenderse como una alteración
indirecta provocada por nuestra civilización que ha impedido sus
desplazamientos nómades o ha alterado los ambientes naturales
mediante la explotación agropecuaria y forestal lo que ha
restado a las especies numerosos refugios naturales.
Por lo general dado que esas especies constituyen parte de su
sustento estas comunidades hacen de ellas un uso cuidadoso mas
digno de estudio y admiración, que de fiscalización y
prohibición. En la fauna se destacan como los grupos más usados
como medio de subsistencia: el lagarto overo, las perdices o
inambúes, los patos, las pavas de monte, las palomas, los
chanchos de monte o pecaríes, los venados o corzuelas, el tapir
o anta, el conejo de los palos, la mara o liebre criolla, los
cuises, el carpincho, los acutíes, la paca, los quirquinchos o
taíúes, etc.
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